sábado, 31 de mayo de 2014

El departamento de Caballito

Algunas cosas quedan guardadas en los lugares más profundos de la mente para despertarse con un gesto simple, como un par de tostadas casi quemadas en una mesa vieja llena de manchas. Si había vuelto ahí era por un tema distinto, o eso quiso creer en su ingenuidad fingida. Quizás cuando pasamos mucho tiempo escondiendo algo, llegamos a pensar que ya no está más, como si ocultarlo fuera lo mismo que olvidarlo. A veces no. Ésa era una de esas veces. La gente cambia de carrera, se corta el pelo, se muda de barrio, deja de usar algunas palabras y hasta puede empezar a odiar algunas canciones para amar otras, pero hay ciertas cosas que no se pueden cambiar.

Él no podía dejar ir esa mesa vieja llena de manchas por más que hubiesen pasado dos años ya. Y en cuanto le corrió el flequillo de la cara, ella supo que había ciertas cosas que tampoco podía dejar ir, como esas tostadas casi quemadas, la mesa vieja y todo lo que había pasado en ese departamento de Caballito. 

Rocío

miércoles, 28 de mayo de 2014

Jóven n°9775

Al comité superior de estudios humanos: El comité investigador n° 8 de asuntos humanos notifica del siguiente caso: un joven despertó por la mañana del ocho (8) de mayo respondiendo al oficio de "quiosquero", entiéndase por este oficio quien dispensa productos compuestos en su mayor parte por azúcar y nicotina y cubiertos por envoltorios de colores y celofán, a cambio de los papeles que los terrícolas dan en llamar dinero. 
El mismo joven se transformó por la tarde en lo que los humanos denominan un "estudiante", es decir, quien carga con gran cantidad de papeles en una mochila y hace dibujos en los márgenes de ellos mientras oye hablar a un señor. Actividad que parece tener un correlato con lo que humanos predecesores en la línea temporal llamaban "un filósofo". Más entrada la noche el joven, que llamaremos "joven n° 9775", abandonó también esta labor y adoptó la de "un vago", es decir, alguien que se sienta alrededor de una botella con cerveza junto a otros humanos, realiza un ritual de conversar sobre nimiedades y cada tanto bebe. Por la noche, el joven n°9775 mutó nuevamente de actividad, tomando el rol de "amante", es decir, quien realiza intercambios simbólicos y no simbólicos con un (1) sólo humano en términos de exclusividad. 
 El comité investigador reporta que el joven n°9775 repitió las mismas actividades en el mismo (o ligeramente diferido) orden durante los días nueve (9), diez, (10), once (11) de mayo, y todos los restantes días de mayo, y junio, y julio, y finalmente el comité investigador se aburrió terriblemente de investigarlo y debió interrumpir el estudio de su caso, puesto que el comité no soportaba la repetición infinita de gestos e intercambios siempre iguales y tomó la decisión de interrumpir la misión. Sin embargo, creemos que el rol desempeñado por el humano denominado como "un vago" merece un estudio más profundo. El comité se encuentra a la entera disposición del comité superior en caso de que necesiten de nuestra colaboración para realizar en ese momento del día un trabajo profuso de "observación participante". Atte., Comité investigador n°8 de asuntos humanos.

Tamara

(El marciano investigador viene de acá)

domingo, 25 de mayo de 2014

El mediador

Cuando era joven había pensado en formar parte del Partido Socialista, pero después llegó el Duce, transformando una Italia indignada pero esperanzada en otra vengativa y totalitaria, y con eso perdió cualquier vestigio de interés. Al fin y al cabo el comunismo, se había visto ya, era desde sus inicios una teoría con mala praxis, una utopía imposible de aplicar, un movimiento abstracto en la eternidad que escondía dictadura detrás de la máscara de libertad. Pero ahí, en medio del mar, del olor hediondo a pescado y tormenta, de esos marineros sucios y flacuchos, era mediador de ningún lugar. Era un hombre sin identidad, y a nadie debía nada. Ni a su tierra, ni a la de otros. Era, por primera vez, dueño de su crepúsculo sin nada por hacer más que esperar: esperar viendo el infinito,  amando a pocas y repetitivas mujeres, y comprendiendo a los cientos de hombres hendidos.

Fumó de su pipa mientras veía cómo se consumía el tabaco, cómo se perdía y quedaba chamuscado en sus pulmones amargos y se transformaba de planta en veneno y de veneno en círculos de humo que salían por su boca y su nariz algo peluda. Una caricia del viento le recordó que la felicidad se vivía por momentos, arrebatada, que no todo era hermoso y acabado, que todavía existía el olor hediondo a pescado, como existían las muertes por hambre y las guerras por tratados. Todavía existía la eterna excusa del hombre. La noche caía, violácea, presagiando una tormenta. No le gustaban las tormentas en el mar. Se descomponía, se mareaba, necesitaba emborracharse al lado de alguna caderona, aferrarse a la incomodidad de despertar en brazos extraños, entre piernas extrañas, dormido al borde de algún ocaso: al borde de alguna mujer. Dio media vuelta y se dirigió al camarote de Julia. Lo estaría esperando.

A.

El tiempo, ella y él.

Todavía recuerda la primera vez que lo vio. Si hubiera sabido que ese momento tan efímero se iba a volver tan significante en su vida hubiera preferido no haberlo visto nunca. Llego tarde, a esa clase y a su vida. O ella había llegado tarde. Lo cierto es que a veces el amor y el tiempo transcurren en atmósferas distintas, impenetrables. Y atrevernos a engarzarlos puede representar la pérdida total del ser.
Llego tarde y vestido con ropa deportiva, y ella, que siente un fervor casi patológico por identificar personalidades se dijo a sí misma “Es un pibe de barrio”. “Debe ser repartidor de pizza”. Estaba muy lejos de dar con su verdadera identidad. Lo cierto es que ese pibe de barrio le había llamado la atención de una forma desmesurada pero no puramente positiva. Había llegado tarde, le pareció hasta irrespetuoso. “Que pibe colgado”. Con lo que ella veneraba llegar puntual a esa clase. Lo cierto es que cinco meses más tarde él estaba encima de su cuerpo desnudo, con la misma cara de colgado, pero ahora lo recordaba distinto.
El recuerdo siempre nos engaña, a veces los recuerdos son pequeñas obras de ficción construidas en la mente. A veces el recuerdo, aquello que nos queda, puede condenarnos para siempre.
Lo cierto es que los recuerdos de ella y los recuerdos de él no serían los mismos. Porque cada personaje experimentó esta historia de forma distinta y porque esos pocos años que los separaban eran letales y solo olían a sufrimiento.
Ella se entregó, o así lo recuerda él. Él se entregó o eso recuerda ella. Que teme recordar por la intensidad de lo vivido. Pero lo malo de los recuerdos es que son desubicados, impertinentes y a veces desconsolados, los peores de ellos ahondan en nuestra conciencia y no nos permiten dormir.
De repartidor de pizza a príncipe y asesino. Y ella de princesa prepotente e intelectual a víctima del abismo de la perdición del ser, porque a veces el amor te hace perder la cabeza. Lo malo de ello es que la cabeza es lo más importante que tenemos, o eso pensaba ella antes de perderla por él.

Ahora el recuerdo se encarga de contar la historia sola, donde ella sale vencedora y él sufre, pero todos sabemos que no es así. Porque a ella el papel le importaba, por eso llego puntual a su clase de teatro, y él llego tarde y con ropa deportiva, como quien viene a pasar el rato, en su cuerpo, en sus cosas, en su mente, en su vida.

                                                                                                                                                                                                                             Sofía.

Las vidas que no tuvo

En otra vida debería haber sido espía rusa o una mujer  con sombrero navegando por algún canal de Paris, conectando continentes. Por ahora era una estudiante desempleada tomando mates, leyendo la conformación de la radio, escuchando Eminem para levantarse la autoestima. Odiándose por momentos, queriendo tener control total sobre sus sentimientos. Viéndose en esto último muchas veces impedida. En esos momentos envidiaba a robocop o a cualquier objeto inanimado sin corazón. O a las máquinas, como esta computadora que ahora guardaba estos fragmentos de porquería.
Pero no, en esta vida era la que tenía que dar un parcial el lunes mientras soñaba despierta escuchar algún violín en la belle epoque recordando alguna que otra película de Woody Allen, rezando porque a las doce horas pudiera irse a la esquina de su casa y ser inmediatamente transportada a Roma, haber nacido hombre y ser un gladiador o alguien meramente importante. Pero habiéndose hecho desde abajo, como algún limpiador de botas estadounidense que luego se convierte en el primer hombre en escribir una nota en la imprenta. O ser la reencarnación de Pablo Neruda e inventar los versos más bellos esta noche. Les diría:

 “Me gusta cuando estudias porque estás como ausente. Estas ausente entre tus amigas,  estás ausente en el whatsapp, en facebook. Hasta te extraña la cajera de coto que sabe, que hoy no saliste ni a comprar cotonetes. Me gusta cuando estudias porque estás como ida. Impedida de ser absorbida por el mundo real, quedando absorta ante hojas que se acumulan en tu mesa y que representan, si la ausencia valió la pena, el ascenso social."

"Me gusta cuando estudias porque estas como hecha un bagarto, así con la piel llena de mate y pucho e incertidumbre. Porque las uñas se te rompen y la lengua te queda amarilla. Me gusta cuando estudias porque no importa cuántos te rompieron el corazón, los únicos hombres de tu vida son Beltrán, Postolsky y todos los genios que inventaron la radio."


O ser ella simplemente una persona que inventa algo útil como una máquina del tiempo que permita transformar la angustia que nace de un pre-parcial en un viaje inesperado a las antípodas de la civilización atlántica, a un lugar que todavía no haya sido definido, donde tiempo y espacio no existen y no halla que dar parciales para demostrar que uno es eso, una nota, flotando entre otras notas, vaciadas en una mesa en alguna cátedra de alguna universidad entre muchas universidades donde diez mil millones de alumnos pretenden así, convertir su suerte en una carrera terminada. Ganar el reconocimiento. Y es allí donde hace su aparición la Penélope de la Burocracia, la única reina inextinguible pisoteando los sueños. Y ella sí vivía en el presente y era fácil encontrarla en las boletas de gas, en las colas de coto , en cada contraseña que vaciamos en algún sitio web donde intentamos mostrarnos tal cual somos, cuando somos solo este pedazo de palabras, ahora convertidos en catarsis del pre-parcial, ese , el que la hace desear que volver al futuro sea real y aparezca el profesor y pueda volver atrás y decida inteligentemente elegir una carrera donde no haya que estudiar los orígenes de la radio para poder avanzar en la vida.

                                                                                                          Sofía.

viernes, 23 de mayo de 2014

Manifiesto de las palabras borradas

Soy un párrafo que fue borrado de una novela. Era la descripción de una mujer hermosa y azul de la que un protagonista confundido se iba a enamorar por tres capítulos o cuatro. Pero fui reemplazado por unas líneas de reproches y un viaje inesperado del hombre huyendo al sur. 
Yo empezaba diciendo que "sus ojos ensombrecidos ocultaban una sonrisa misteriosa", y terminaba con la mujer bella entrando por una puerta al final de un callejón, quitándose el sombrero. Pero alguien le dijo al autor que esas mujeres sombrías ya no enamoran y que los lectores prefieren un poco de acción.
Ahora habito en el lugar al que van todas las palabras que fueron borradas. Acá están los bosquejos de todos los personajes que no fueron lo suficientemente  buenos para ver la luz de las páginas de un libro, porque no hubieran encontrado la empatía de más que un par de incomprendidos. También cuentos comenzados con emoción y terminados con desgano y finalmente borrados porque nadie los querría leer. 
Pero también viven acá los mensajes que fueron borrados sin apretar "enviar": invitaciones a tomar unos mates que nunca fueron hechas. "Sí, dale" que fueron suplantados por "vamos viendo". "Estoy cerca de tu casa" que no se mandaron a tiempo y fueron reemplazados por histéricos "el otro día pasé por tu barrio y casi te mando un mensaje". 
Mensajes melancólicos que se lamentan de las historias que no se escribieron, y se pasean por callecitas inverosímiles, formadas por restos de descripciones poéticas de ciudades; que fueron borradas cuando a nadie se le ocurrió una acción que transcurriera en ellas. 
También viven acá los textos censurados. Líneas sinceras que se les escaparon a algunos periodistas en un arranque de pasión por la profesión, y fueron borradas sutilmente por los editores para no comprometer la relación con ningún anunciante del diario. 
Párrafos borrados por quien los escribió porque creyó a último momento que era mejor publicar una columna vacía que no publicar nada. Palabras que se escriben y se borran rápido porque se tiene miedo al mar de verborragia que quizás desencadenan.
Me encuentro por acá con razonamientos equivocados que alguien recomendó borrar con acierto, pero también con otros razonamientos que eran geniales y ahora están acá, confinados al exilio, porque a alguien le faltó un poco más de autoconfianza. 
Descanzan acá las palabras discapacitadas víctimas de errores de tipeo, pero también conceptos creados para ponerle nombre a algo nuevo, que se murieron junto con el fracaso de esa teoría o ese invento. 
Hay también todo un rincón en el que viven tristísimas las confesiones en verso que no se publicaron. Son muchísimas, porque los que escriben sufriendo siempre creen que ese amor no correspondido desalmado está atento a las redes sociales y va a interpretar un humillante mensaje subliminal. 
Hay proyectos que se quedaron en la quinta línea y otros que se quedaron en la mitad de una novela larguísima y se convirtieron en historias que se repiten una y otra vez, hasta un punto en el que se desvanecen y vuelven a comenzar, sin llegar nunca al final que no fue escrito. 
Parece que este fuera un mundo triste, pero todas las palabras que estamos aquí confinadas creemos que es sólo un limbo intermedio que nos separa de una mejor vida. Confiamos en que, para todas las palabras que quedamos a medias, existe una mitad destinada a darle final. 
Que a cada argumento que quedó sin conclusión le llegará una idea brillante a la que le faltaban fundamentos. Que a cada "porqué no tomamos una cerveza" no dicho le llegará un "yo una vez quise invitarte a salir y no me animaba" que lo desentierre y lo convierta en anécdota.
Que cada mujer de ojos misteriosos desubicada en una novela de acción moderna se encontrará con un poema del romanticismo al que le sobraron calles oscuras y le faltó una sonrisa oculta, y se vayan juntos a ser poesía postmoderna de un tiempo que todavía no llegó.
 Que todas las opiniones censuradas se encuentren tomando un café en un bar, de esos borrados de carpetas con emprendimientos que no llegaron a buen puerto, y hagan la revolución empuñando un manifiesto que se comenzó a escribir por un grupo de accionistas eufóricos y alcoholizados que se borró cuando llegaron la sobriedad y la mañana. 
Somos las palabras que fueron escritas pero no fueron dichas y vamos a salir de este mundo de borradores para conquistar el tuyo, o vamos a ser suficientemente fuertes para crear un universo alternativo igual de válido, en el que nuestra historia sea la que termine, y la tuya la que quede suspendida en el limbo de los comienzos inconclusos. 
Somos las palabras que tenés miedo de decir, pero nosotras ya no te tenemos miedo. 


Tamara

jueves, 22 de mayo de 2014

No se querían ni un poco

No se querían ni un poco, pero a veces se acompañaban a fumar un cigarrillo o se tomaban un café. No se querían ni un poco pero a veces era ameno tener una charla a media tarde, aunque a ella no le importaran sus proyectos y a él le aburrieran los mambos de ella. No se querían ni un poco pero siempre se encontraban en el supermercado porque los dos pasaban por el chino cuando salían de la oficina para comprar alguna cosa para sobrevivir. No se querían ni un poco pero una vez él andaba triste y ella con ganas de tomarse una cerveza. No se querían ni un poco pero ese año hizo mucho frío desde mayo. No se querían ni un poco, pero era obvio esa noche que ella tenía ganas de ir a cualquier lado menos a dormir sola. No se querían ni un poco, pero hubo mucho trabajo en junio y se hicieron compañía cuando ninguno tenía tiempo para andar viendo que pasaba en el mundo exterior. 
No se querían ni un poco pero ella leyó que el cuerpo a veces arrastraba tras de sí el alma. Se lo dijo un día y el le dijo que era tan aburrida cuando empezaba con la filosofía. Ella se convenció de que también tenía que ser posible al revés. 
Se querían un poco, pero era agotador remontar tantas cagadas que se habían mandado desde el principio. Se querían un poco pero mezclar con el trabajo  no daba. Se querían un poco pero en septiembre volvió su ex del viaje hippie por América latina. Se querían un poco, pero en octubre estaban demasiado lindas las tardes para quedarse haciendo horas extras. Se querían un poco pero charlar siempre fue algo que no les salía. Se querían un poco pero estaban cerca demasiadas horas.
Se habían querido un poco, pero cuando llegó diciembre ya ni se acordaban. 

Tamara

miércoles, 21 de mayo de 2014

Se viene el invierno

-El amor no existe, lo inventa la gente que quiere vender cosas, se venden jeans por amor, se venden flores, golosinas, se hacen cuadritos con corazones, se regalan osos de peluche, chocolates. Es una conspiración, y somos todos parte, pero yo ya me di cuenta. Sí, me di cuenta. Dicen que es amor cuando están en pareja, para hacernos sentir mal a los que estamos solos. Pero ooh, se separan ¿Y qué pasa? "Creo que no era amor, a Fulanito lo amo más" Y vos les decís "Pero con Menganito decías que era el amor de tu vida", y te dicen "Pero no lo conocía a Fulanito". Andá a cagar. Están por todos lados, vas sola al cine y te miran con cara de "uh, pobrecitaaa". Pobrecita las pelotas, pobrecitos ellos que necesitan ir de la mano con un gil para sentirse acompañados. Cuernos enormes tienen todos, pero siguen creyendo en el amor. El amor no existe, existen las ganas de estar con alguien en un momento y eso, dura lo que dura. Pero el amor... Yo ni en pedo me muero por nadie. Está bien, si me gustás te regalo algún que otro bonobon (si te gusta el bonobon), o por ahí te cocino o te acaricio si te duele la cabeza. Pero de ahí a andar diciendo te amo, no, olvidate ¿Porque si se lo decís y él no te dice nada, qué pasa? ¿Y si se lo decís y te mira con cara de "te confundiste"? Te vas a querer matar. Mejor sigo en la mía, me hago la que no pa...
-¿Se lo dijiste?
-Volvió con la ex, me mandó un guasap anoche.
-Ah...¡Qué frío de mierda está haciendo!

-Y, se viene el invierno. Ya me compré una estufa.

Rocío

martes, 20 de mayo de 2014

Radiante

Apenas abrí un ojo supe que sus amoríos habían fracasado otra vez. Lo supe porque el aire lo decía. El exceso de fragancia a bosque de pinos plásticos de producto de limpieza, el rayo blanco de sol que llegaba al cuarto desde el reflejo en el piso impoluto de la cocina. Los tenedores, los cuchillos, las cucharas, todo de nuevo en su lugar. Y todo fuera de lugar una vez más en su cabeza.

Tamara

lunes, 19 de mayo de 2014

Eterno Retorno

Un instante sobre sus ojos verdes bastó para que percibiera la existencia de una especie de segunda inocencia. Los años de la memoria, lo sabía, habían dado paso al olvido. Sí, la vida era así de paradójica: el pasado dejaba de existir, el presente se consumaba, nada existía si no era en el placer y el goce de un futuro que andá a saber si llegarían a vivir, y todo lo demás desaparecía en un instante (un instante tan fugaz como el sentimiento más profundo del amor). Pero en esos ojos, por un momento, el tiempo se detuvo y pudo encontrar el centro del Destino (siempre escrito por otro, eso le quedaba claro, porque en ello radicaba la gracia divina del Destino). Supo, también, que en otros años, en otra vida, habían compartido algo más que una sonrisa tímida, un pestañeo de glasé y alguna dulzura desvanecida.  Yo te conozco de otra vida, le dijo, y se resignó a la certeza de que esta vida no era tan justa, ni tan eterna, ni tan divina. En esta vida, estaba claro, nunca podría ser suya.  Hace tiempo que las personas habían dejado de ser cosas, y no por eso se había ganado nuevo terreno en la libertad. Se acercó y la abrazó. No la conocía, pero la abrazó igual y sintió un viejo abrazo gris y opaco, el eco de algún viejo recuerdo de amor empolvado de hastío. ¿Acaso tanto se habrían amado? Ahora no podían entenderse. No podían encontrarse. Se acariciaban, se sonreían, se morían lentamente en las horas de la melancolía, pero aún así no se tenían. Se extraviaban de vez en cuando en lo que habría sido de sus vidas, en el sabor amargo de una vieja compañía, de un presente presuntuoso y sin vida, y en el deseo de un futuro que era puro sueño y fantasía. Sintió su vieja existencia feliz, y su nueva existencia vacía.

La soltó lentamente y la dejó ir; la soltó y sabía que nunca más la vería. No se conocían, a pesar de que se re-conocían, de que se volvían a encontrar una y otra vez, y otra vez más: representaban el eterno retorno de las almas que vagan errantes por la Tierra desencantada. Las puertas del subte se abrieron y caminó hacia la salida. Ella arrastró sus ojos brillantes y dulces, tan pero tan dulces que derretían, y se dijeron adiós mientras las puertas del tren separaban a ese de un nuevo encuentro en alguna nueva vida. 

A.

domingo, 18 de mayo de 2014

Ruido blanco

En una ciudad de Colorado, un edificio que no requiere aires acondicionados ni calefacción tradicionales tiene parlantes que generan artificialmente el ruido blanco que estos artefactos harían. "Los empleados necesitan más que silencio para lograr concentrarse", dice un articulo sobre el lugar.Algo más que silencio. La ciudad se metió hasta el fondo de los laberintos de sus cerebros, con su tragedia y su ajetreo.
 En un subsuelo amarillento iluminado de bombitas alimentadas por energía solar, un empleado de marketing relata las bondades del edificio ecológico más moderno y grande del país quizás del mundo. "Los empleados necesitan algo más que silencio", escribe. Escucha el falso susurro de los aires acondicionados que no existen pero suenan, fantasmas de las ciudades asfixiantes que están también en las afueras, en los campos y en nuestras cabezas. Se imagina dulcemente el ruido sordo e irrefutable de una explosión, un derrumbe, una falla en el sistema eléctrico, una bomba, un meteorito. PUM y se acaba todo esto. 

Tamara

sábado, 17 de mayo de 2014

Borrón del guionista

Esta es una historia de chico conoce a chica. Más precisamente, esta es una historia de chico conoce a chica que está enamorada de otro chico. Básico, real. Chico dos es un personaje sin dimensiones, simple, con dos o tres características que no va a cambiar a lo largo de toda la historia; es lindo, mujeriego, y canchero. Chica tarda en darse cuenta de estas cosas, o mejor dicho,  tarda en darse cuenta que esas cosas no son tan buenas como se imagina. Pero esta es una historia de chico conoce a chica. Así que chico uno es el opuesto a chico dos, chico uno es un personaje con historia, con transformación, pasa de ser una persona tímida e introvertida a jugarse por lo que quiere (osea chica). Mmm, gustos: le encantan los Beatles, usa anteojos y es tan torpe que resulta gracioso, tierno. Básico, real. Pero, esta es una historia de chico conoce a chica que está enamorada de otro chico. Qué lástima. 

Rocío

jueves, 15 de mayo de 2014

Nelly

Nelly contempla con amable dulzura y lentitud la gente ir y venir en el bar. Y se pide su jugo y su árabe de lomo.
Luego un demonio se apodera de ella, y se queja, de todo. Esta vieja y entonces recuerda lo que acaba de hacer y se excusa de estar en el bar, porque en Carlitos hay mucha gente joven y ruidosa.
Y ella quiere estar sola. Frente a su lomo. Que no pudo morder. Que se le escurre en los ojos, como los recuerdos de un tiempo mejor.
                                                                   

                                                                                                                                                                                                                               Sofía.

Tampoco

A ella que nunca le gustó escribir microrrelatos. Tan barrocos ellos, llenos de palabras entremezcladas que pocas veces dicen algo. Le gustaba la poesía porque era, directa, como ella. Por su amor a la palabra impúdica, llena de nostalgia. A esa palabra que se convierte en acción. Como todo lo que gira. Como el mundo que sigue a pesar de los disgustos de ella.
Que se para frente a la hoja, con sus labios que le duelen, sabor a coca-cola light y galletitas Lincoln. Con su angustia porque la hoja le pesa, la corta como un bisturí y ella se deja absorber en ese juego vouyerístico donde la hoja la mira, pero no le pide nada a cambio. Más que un fragmentos de vida , una gota que se perdera, para siempre...en el rió de la discordancia. Porque a ella nunca le gusto escribir microrrelatos, no. Ni pasar las noches sola, comiendo galletitas de vieja. Ni mirando los apuntes de Freud ahora aplastados por el gato que se le quejan, de la desidia. Que le preguntan, por las poesías que tampoco están. Por esa cara pálida a la espera.
De algo que solo ella sabe, no sucederá jamás, no por lo menos esta noche donde inspiración se tomo mal el subte y se fue a la cabeza de otra chica, que vivía en un barrio más conocido y tenía una puerta a la que era más fácil llegar. Una chica que de seguro esta tomando vino con amigos y en este momento, tampoco puede escribir. 

                                                                                                                                                                                                                            Sofía

Hojas

Una hojita blanca que separa la salud de la enfermedad. La ignorancia del aprendizaje .Una hoja rasgada de manchas de café, de las patitas de su gato, la misma que separa la incertidumbre de un 9,50 en un final. Una hoja trae la morocha desgarbada, que camina por la calle corrientes. Esa misma hoja es de un curso de teatro que separa un sueño, de la realidad. Una caminata por la calle corrientes de su futura imagen en las marquesinas. Una hoja que te encuentra con responsabilidades civiles y amorosas hacia otra persona, hasta que otra hoja los separe. Y una nena dibujando una hoja otoñal en la vereda. ¿Recordas cuando eras chico y las hojas solo representaban, inocentes telones de fondo de la imaginación?.   

                                                                                                                                                                                                                           Sofía.

lunes, 12 de mayo de 2014

Quizás

Me molestaba que se hubiera ido a dormir a la otra habitación. Tampoco entendía muy bien por qué se había encerrado golpeando la puerta, como escondiéndose en esa otra cama que también era nuestra: no habíamos discutido, eso seguro -¿era seguro?- y un poco antes me había dado un beso y yo me había sentido feliz. Hace un rato nos amábamos, pero el rato pasó y en vez de amor nos separaba una puerta que dividía el mundo en propiedades privadas. Un rato puede ser un siglo en otros mundos, y yo desde hacía tiempo que no sabía en qué mundo estaba. Abrí la puerta para buscarla y me desesperé cuando no la encontré. Tuve que rodar pradera abajo hasta chocarme con las montañas de oro que marcaban los límites de ese con otro entonces, de esa con otra idea. Me costó verla cabalgando sobre un caballo. Esta es mi idea, me dijo, andáte a buscar la tuya. La orden no hizo más que enfurecerme. Estaba en mi casa y había una fiesta de tiempos remotos en la que ella era la invitada principal y yo tenía una papel marginal. Me quedé un rato mirándola montar el lomo de ese animal, pero sabía que ya no me veía: era un reflejo omnisciente que podía conocerlo todo, pero a mí nadie podía sentirme ni conocerme. Cerré la puerta con ganas de existir, con ganas de que el sonido fuera mi huella material, o de que algo de mí quedara visible en algún lado.

Quizás, pensé, durmiendo se me pasara el raye y ella sabría explicarme al día siguiente por qué me echó así de su vida. Quizás sólo durmiéndome, me convencí, otro pudiera soñarme viva. 

A.

domingo, 11 de mayo de 2014

Insomne.

Me preguntó que diría la heladera si pudiera hablar.
- Boludo deja de mirar son las tres de la mañana. 
Mira absorto. Está en calzones.
 Abre la puerta una y otra vez sin remedio, como buscando una respuesta.  
                                                                              

                                                                                                  Sofía .                   

viernes, 9 de mayo de 2014

Noche

Qué lindo es poder dormir muchas horas, piensa. Pero apenas la cabeza roza la amohada, su cuerpo acostumbrado a dormir de a ratos enciende el interruptor y sabe que va a estar toda la noche dando vueltas en esos dos cuartos oscuros, el de adentro y el de afuera de su cabeza.
 Uno si cierra los ojos y se obliga a quedarse tapado y en la cama, y piensa en eso, se olvida, piensa en otra cosa, se olvida, se angustia de nuevo, se olvida. Otro si los abre, va a la cocina, vuelve, va a la cocina, vuelve, va a la cocina, vuelve. Sabe de memoria ese ritual. Al día siguiente el cuerpo es un poquito más pesado pero siempre es lo mismo. La noche es fría, el día es un rayito de luz cálida pegando en la pava, un poquito de calor, y a la noche se enfría otra vez.
 Hasta que un día él, ella, unos anteojos de intelectual, una mano abierta, un espíritu, un fantasma, lo despabilen y lo saquen a pasear un rato, y las noches sean caminar sin cuerpo por la ciudad poblada de luces y despoblada de ojos. Le gusta llamarla "la chica del rayo", porque así era la primera. El aire frío se va a hacer más respirable que el de las tardes amarillas y el brillo de la noche más cómodo que el del sol.
Va a alivianarse un rato en ese recreo y va a pensar que sabe lo que es sino estar contento, estar tranquilo. Hasta que encuentre que su cuerpo siempre es más pesado que el otro y de nuevo ese alma se pierda. Y apoye la cabeza despierta en la almohada otra vez. 
Y ella, la chica del rayo, va a estar una vez más mirándolo por la ventana, pensando otro disfraz y una estrategia nueva para convencerlo de salir de la cama y ver la noche, que no es tan mala.

Tamara


lunes, 5 de mayo de 2014

Levedad

Estaba parada frente al espejo del hotel, desnuda. Con su pelo negro apenas por los hombros. La espalda tatuada se reflejaba eterna y hermosa.Su flequillo perfectamente simétrico sobre su cara de princesa le recordaba a las mujeres de los años cincuenta. Le faltaba solo un sombrero que marcará su actitud, tan maravillosamente masculina. Pensó él.
-¿Te gustan mis tetas? Preguntó, contorneando el pecho como bailarina de contemporáneo.
Y entonces él supo, que era la mujer de su vida.
Se prendió un cigarrillo mientras cruzaba los brazos debajo de su pelo corto. Tirado en la cama con sus ojos de halcón acariciaba su largo cuello esbelto, su vientre, sus caderas tan gloriosas. Las mismas que hace unos minutos lo habían abstraído del tedio. Ella podía sentir como su mirada y su lengua le atravesaban las piernas. Sudaban sin tocarse. Y entonces a él le sonó el celular. Su postura cambio  completamente, volvió el gesto serio, las miradas hacia los costados. Y ella lo supó. Supo que la vida de él nunca sería de ella.

La levedad del encuentro, tiene su peso, pensó ella mientras se vestía.

                                                                                                                                                                                          Sofía Gómez Pisa.

El otoño de Marisa

Marisa tiene un poco de frío, se siente también un poco insegura. Sus miedos y el otoño no se llevan nada bien. Se acerca hacia la parada del colectivo y escucha un barullo de almas. Ella siempre fue tímida y si algo la caracterizaba era el diálogo cortado y solo sobre cosas relevantes. Cúanto odiaba todas las conversaciones superflúas del mundo. Ella misma las habría clasificado : las del ascensor, las del clima, las de la farándula. Estas últimas le despertaban las más turbias miradas de culo y los más hondos dolores de estómago. Casi tanto como la falsa amabilidad. Para desdicha de ella su madre y su hermana, como conformando un club privado tenían como fin último de todas las noches, comentar la vida de Nazarena Velez,Tinelli, y otros seres que monopolizan la pantalla. De chica Marisa aprendió a irse a comer sola a su habitación. Todos estos hechos la llevaron a creer que ella debía haber nacido en algún país lejano como Plutón o Marte, donde la gente que adorara la brevedad de palabra y las charlas profundas se encontraría. Gente con poca pose canchera y tendencia a la sonrisa débil, sumisa.Como ella. Que en otoño se sentía todavía más desubicada al ver a la gente almidonarse junta y hablar estupideces consecutivas. Ella creía que era en efecto la necesidad de calor lo que claramente los agrupaba. Por eso se compró una buena campera forrada. Para colmo pispió su bolsillo y notó que tenía la sube pero recordó, cambiando el color de su cara, que ya no le quedaba crédito. Entonces lo vió. Su compañero de banco, en la parada.
- Hola Maru.
-¿ Te tomas el 60?
- Sí, pero...
-  No te preocupes, yo te invito.¿ Che viste lo que paso con Rial de la pelea?
Y así fue como Marisa, finalmente, decidió, luego de exponerse a una larga noche en la parada, que debía comprarse una bicicleta. 

                                                                      Sofia Gómez Pisa.

Se busca un reemplazo

Había un duende que se encargaba de que las personas se olvidaran la billetera en una mesa cuando el futuro amor de su vida estaba viendo para alcanzársela, de que coincidieran con un sólo paraguas en la parada del colectivo en una tarde lluviosa, de que se chocaran por un pasillo y se les cayeran las cosas. Consiguió un nuevo trabajo como conciencia de un guionista de televisión.

Tamara

viernes, 2 de mayo de 2014

Imagino

Me imagino que conozco a alguien igual a vos, alguien que también odia a Tarantino, que le gusta el bizcochuelo pelado y hace ruido cuando toma sopa sólo para molestarme. Imagino que es alto, se recorta la barba y lo conocí igual que te conocí a vos, en una discusión de analógicas contra digitales. Que tiene una risa como la tuya y es igual de mujeriego, que calza 43 y medio, odia a Superman y grita los goles del Barza. Imagino que también tiene un perro, la heladera vacía y la biblioteca llena. Imagino que es igual a vos, pero no tiene a nadie que lo llame para saber dónde está, y tampoco tiene a nadie a quién mentirle para no decirle con quién está. Imagino muchas cosas, pero cuando me pongo a pensar cómo sería el final del microcuento, te ponés a cantar un tema de El Kuelgue en la ducha y yo escapo de esta historia por la puerta del departamento, con la mochila al hombro llena de anécdotas y un par de remeras sucias, imaginando que esta vez es la última que vuelvo.

Rocío

Segundo plano.


La cámara ya no está. La película se incendió, el rollo no tuvo éxito.Ya nadie iba a asomarse a ver sus fotos juntas.Estaban separados ahora, en distintos planos.Él que era alto, brillaba en un plano americano.Y ella que era observadora, prefería los panorámicos.
Nunca coincidían juntos en la escena. Cuando a ella le gustaba actuar, él prefería dirigir. Pero a ella nunca le gustó que le dijeran como actuar.Hoy la cámara no está, ya nos los graba juntos.

Y hoy por él, ella aprendió a filmar.

                                                                             Sofía Gómez Pisa.

jueves, 1 de mayo de 2014

El del 29

A los 8 años, luego de interpretar a un candelero en el acto del 25 de mayo, Norberto informó: voy a ser actor. "Todos los trabajos son de actor", le respondió su mamá. Y así interpretó el papel que le tocó en la vida, el de chofer del 29. Dirige y protagoniza su propia obra, en la que las calles del centro que se llenan de zapatos negros de día  y zapatos rotos de noche son una escenografía desmontables, las chicas que no le dejan el asiento a las señoras haciéndose las que estudian son las villanas, y el es el héroe, que lleva gratis a un señor que se perdió porque las calles de La Boca estaban cortadas por el partido y que rescata a la tonta que colgó y no sabe que llegó a Ramallo porque está mandando mensajitos con el celular. Un señor aburrido le da charla y el le habla de los billares de Buenos Aires. Le cuenta una historia y un chiste, y sonríe, porque su mamá tuvo razón.

Tamara