sábado, 30 de agosto de 2014

Carta China

Te acordarás: cuando llegué acá era una pichona. Creía obstinadamente en el infinito. El mundo entero existía para ser conquistado y me vine con el aliento de quien no haría otra cosa. Vos fuiste un plus. Creerme inmortal me permitía regalarte promesas, “para siempres” que hoy me suenan hasta nunca, besos que prometían eternidad. Tan segura estaba de mí que me creí que el amor era eso que todos los demás decían, y vos también creíste que podía ser así, eterno. Diez años es mucho tiempo o no es nada. Crecimos. Vos: tan realista que das miedo. Yo: tan utópica que lastimo. Pero las ideas cambian como cambian las personas, no existe tal cosa como la esencia: la vida misma te transforma con fuerzas que ninguna verdad podría comprender. Fueron esas ideas las que me convirtieron en este bicho raro y melancólico que dejó de sentirse inmortal. Tengo la certeza de que fue ese nuestro punto de inflexión. Me aferré con determinismo, casi cayendo en reduccionismos absurdos, al nuevo hipermodernismo de que la vida es una sola y qué mejor que vivirla, mal o bien que se pueda.
Quizás la poesía sea mi gran excusa. No hay vuelta atrás. Entendéme. A vos también te falta valor. ¿Por qué seguimos haciendo esto? Si me permitieras contestar, diría que por curiosidad científica. Sabes que el cuerpo es mi descarga, que cuando las ideas me sobrepasan sólo en las caricias me electrocuta la realidad y entiendo que todavía existo como cuerpo entre tanta abstracción. Sabes que dependo de estas relaciones casi mentirosas de tanta corporalidad para calmar un poco la mente que me duele tan real. Es como si me hubieran parido al revés: de cabeza al mundo y la cabeza me golpeé. Me gustaría que te alcanzara con ver que a cambio te ofrezco cada una de mis ideas, cada ocurrencia y cada poesía, cada cuento y cada hora de mi vida. Ningún lenguaje existe todavía que pueda, mejor que este, hacerte entender mi situación. No existe metáfora que pueda salirse de las monstruosas normas que convirtieron a este en un sacro confesionario. 
Y a pesar de todo sé, baby, que nunca te alcanzaría lo que pudiera darte. De mi te quedan sólo un gorro, un beso en el placar, y esta carta sin final. 

A.

viernes, 29 de agosto de 2014

Etiqueta

Para despegar la etiqueta del envase de cerveza sin que se rompa, los humanos trabajan de a dos.
Para realizar esta tarea, un humano desliza el pulgar por el borde de la etiqueta notando el relieve una y otra vez, mientras el otro comenta que cada día se queda hasta más tarde en el trabajo porque tiene toda la energía puesta en la carrera. 
Inmediatamente el primer humano introduce la uña del pulgar bajo la etiqueta una vez, levantando el borde, y mira a los ojos al segundo humano, que exhala el aire con mayor presión hectopascal que en instantes anteriores, y pregunta por la bufanda que dejó una vez en el sillón. 
El primer humano intenta con cierto éxito recolocar el borde de la etiqueta en su lugar y la afirma presionando con el dedo índice, al tiempo que contesta que la bufanda la sacó de la cartera porque la usó para bajar al supermercado el otro día, y que está en su cuarto, que se la devuelve la próxima vez que vaya a su casa. El segundo humano dice que no importa, que se la quede, que si algún día se ven se la devuelve. 
En ese momento, el primer humano arranca la mitad de la etiqueta de un tirón, sonríe y comenta que suena como si quizás nunca fueran a volver a verse. Mientras este humano intenta pegar nuevamente la etiqueta, fracasa y decide arrancarla toda con pequeños tirones rítmicos, el segundo dice que no sabe, que si se cruzan por ahí está todo bien, pero que no sabe si va a pasar por su casa de nuevo. Insiste en que el primer humano no debe preocuparse por la bufanda, ni por el libro de Cortazar.
 En el instante que sucede al final de la palabra "Cortazar", el primer humano coloca toda la etiqueta, ya despegada casi por completo, sobre el envase que cada vez está más húmedo, porque mucho tiempo ha estado esa cerveza fuera de la heladera y nadie la ha tomado, y aprovechando esta condición de humedad, la desliza presionando con la mano entera hasta la base, retirándola entera. 
Luego, la enrolla con movimientos entrecortados, y con un tono de voz acorde al movimiento de enrosque, dice que está todo bien, que el libro no lo terminó, pero que algún día si quiere le toque timbre y se lo lleva, y si no se lo manda por Tomi o Rodrigo cuando los vea. Finalizada la tarea, el primer humano se levanta y se va, pudiendo dejar el rollito sobre la mesa o llevarlo entre los dedos de la mano metida en el bolsillo, rompiéndolo y rasgándolo de a poquito.

domingo, 24 de agosto de 2014

Transitorio


-Es la primera vez que hago esto.

Lo pensó y lo dijo, más para sí mismo que para que ella lo escuchara.
Ella miró el reloj de la pared y trató de contar en cuántos minutos podía bañarse y secarse un poco el pelo. Una fuerza extraña le pedía seguir acostada, ese imán de paz que invade después del deseo bien cumplido. Levantarse sería como guardar los juguetes después de desparramarlos, retorcerlos, recorrerlos, saborearlos, escucharlos, calentarlos, morderlos y transpirarlos por dos horas.
Miró por última vez el reflejo sobre su cabeza y se vio a sí misma totalmente segura de su desnudez, y a él tapado hasta la cintura. Si no se conociera bien se creería de esas mujeres que no necesitan preguntar si están lindas ni revisar celulares. Esas minas que transmiten seguridad a donde quiera que vayan, esa confianza del que sabe que gusta así como es. Pero se conoce bastante y al espejo se lo puede engañar, y al que está acostado al lado mucho más.
Su última buena historia había terminado antes de empezar y ahora le había caído una opción seductora para ensayar el papel de chica Almodóvar. La culpa es para los que necesitan castrarse  pensó,  y se levantó de la cama. Él le alcanzó una toalla y empezó a sonarle el celular.

-Hola, amor...Son las cinco recién, estoy adentro todavía...No... un rato más, no sé ... 

Lo miró de reojo y se imaginó el manojo de explicaciones que estaría repitiendo, historias bien ensayadas que se dejaron de escuchar en cuanto el agua caliente empezó a correr. No salió hasta que se empañaron los vidrios y la mentira del shampoo en los ojos le pareció convincente.



Rocío

sábado, 23 de agosto de 2014

Noche de Sábado

Tomo su cámara y se peinó, como a ella le gustaba. Hoy iba a encontrársela en el bar, pero fingiría desprevenido que todo había sido un accidente.
-          Hola ¿cómo estás? Le diría con una tímida e improvisada sonrisa.
Ella le sonreiría y todo volvería a comenzar. Lo vería altivo, trabajando de lo que siempre quiso, fornido, bien vestido, roseado con su mejor perfume.
Los ojos de ella volverían a mostrar el brillo, ausente por tantos meses y no podrían dejar de mirarse mientras la banda tocaba esos acordes de divididos que tanto le recordaban el primer amor.
Pero no. Ella no estaría. Porque sabía, que no hay nada peor que la nostalgia de lo que queda. Que la ceniza arrojada a un vacío que ya no existe. El  amor que se consume se vá. Regresa al río de los amores perdidos y allí se queda. La brisa mueve la marea y nuevos amores se agitan trémulos. Porque el destino así lo quiere. Porque los desencuentros son parte del juego. Porque no hay peor decisión que volver al paraje donde hace tiempo hemos sido felices.
Porque la vida fluye, siempre hacia adelante. Inclusive contra la marea y no seguir, no tomar ese fatal impulso de girar, puede costarnos la vida, o algo más preciado que la vida…el tiempo.

Ahora ella está en Subte, y él tomas fotos con la cara pálida, sangrando por dentro por la injusticia del no encuentro. Por esta anécdota fatal que hace brotar todo su cuerpo. Por no verla, por saberla más lejos que nunca, por imaginársela bailando lentamente, un tema de los Beatles en aquel viejo bar. Solo, se pide un trago y otro y otro y pronto encuentra unos ojos que brillan y cuyos rasgos le recuerdan a ella. Que está en el subte, escuchando la misma melodía pero a un abismo de allí. En la tierra del ser. Donde lo único que pasa, es lo que siempre debió haber sido.

                                                                                                                                                                                                       Sofía.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Dedito del pie

Los humanos, que tienen el defecto de no poder conciliar la ciencia y la magia, tienen muchos órganos en el cuerpo que no creen funcionales, como el dedo chiquito del pié, que ni siquiera apoyan en el suelo para caminar. Los más científicos dicen que no sirve para nada y los más poetas que sólo sirve para chocárselo contra los muebles cuando uno anda descalzo en invierno. Y en realidad sí que sirve para eso, pero no es una función inútil, como creen los que la enuncian irónicamente. 
La de chocarse el dedito contra un mueble es una función de emergencia, que sólo realizan los que están tan preocupados y dolidos por un problema abstracto como para olvidarse de una parte insignificante del cuerpo como un dedo, y así se lo chocan y mueren de dolor un rato para recordar que no son una mente suelta por la vida sino que tienen ese cuerpo, que les pesa y que tienen que andar cuidando y alimentando.
Porque si no se chocaran los deditos contra los muebles quizás se volverían locos, o morirían por olvidarse varios días de comer; pero tienen el dedo que los salva, y los distrae por unas horas de los dolores del alma, con el brutal pero inofensivo de un miembro que parece inútil.

Tamara

sábado, 16 de agosto de 2014

Stella

El teléfono desconectado hacía un ruido insoportable. Las fotos amarillas ahora teñidas de las lágrimas de Stella daban noción de su melancolía. Con la espalda curvada  y el pelo enmarañado Stella sostenía la mirada lejana y muerta en esas fotos hasta que decidió colgar el teléfono que detuvo su ruido solo unos segundos. Al unísono Stella atendió una llamada. Su rostro dibujo una rápida sonrisa. Corrió al placard y se calzó el smoking de su ex marido y la corbata de su abuelo mientras buscaba en la biblioteca el libro “como adiestrar a su mono en diez días “mientras jugaba , riendo perversamente, con un látigo imaginario.

                                                                                                     Sofia

viernes, 8 de agosto de 2014

Escarabajo

En cuanto abrí el cajón, el botón salió volando como un escarabajo con prisa. No pude más que acordarme de vos. Lo perseguí, me tropecé, vi que volaba hacia la ventana, quise tirarme con él, y una vez que voló por los aires escapando hacia la vida que lo esperaba afuera como si nada quedara en el pasado, como si mi cuerpo ya no existiera en su memoria ni en la tuya, como si todo el futuro pudiera construirse con nuevos hilos alrededor suyo, lo vi posarse en el viejo saco gris de alguien más. Encajó perfecto porque ahí pertenecía.


Apenas abrí el cajón y tu recuerdo se fue volando, supe que no regresarías jamás.

A.

domingo, 3 de agosto de 2014

Emilia en Marte

Emilia decidió ir esa tardecita de Agosto que la sorprendía con una mini primavera a la casa de su tía abuela Emma, quien siempre la recibía con su típico pollito con papas y a quién tenía sumamente abandonada. Si había algo que le gustaba de ese recorrido hasta su casa era recorrer el viejo barrio que en cada centímetro de baldosa gritaba juegos infantiles y aroma verano, tal como había sido su infancia de poli-ladrón en cada vereda y mancha y ring-rajes en cada puerta. Cuando salía ya decidida tomó un saco mientras las noticias anunciaban a gritos las siguientes palabras “ Hoy a las 21: 45 hs. Marte estará más cerca que nunca a la tierra y podrá verse desde todos los rincones de Buenos Aires “.
Llegó a la casa de su tía y comenzó a recorrer el ordenado living-comedor que tanta envidia le daba al verse tan blanquecino y minimalista. La tía había sido desde pequeña muy buen decoradora. El aroma del pollo comenzaba a invadir las habitaciones recordándole tantas otras gratas visitas como hacen todos los aromas inconfundibles que llevamos en el alma. De repente comenzó a ver como una luz roja entraba por la ventana del living-comedor. La luz se fue haciendo más fuerte hasta parecer un rayo laser que quisiera perforar el piso. Emilia se acercó con un poco de súbito miedo hacia la ventana del living comedor donde le pareció ver un puntito rojo sumamente grande que al ver su pupila desapareció. Esto la dejó aún más confundida. ¿Estaría acaso algo mareada por la falta de calorías? Se volvió hacia la ventana cuando vio que el puntito había sido tapado por lo que, dedujo de sus tiempos mirando series de ficción, era una nave madre. La nave vio también que ella la estaba observando o eso sintió y al unísono dejo escapar otras naves más pequeñas de una de sus salidas las naves colisionaron luego contra el puntito y pequeñas bolas de humo se vieron en el cielo. Pensó en llamar a su tía pero estaba muy absorta en la cocina y muy vieja para entenderlo. Fue a la habitación a buscar el teléfono para ver si su madre había sido testigo de los acontecimientos cuando notó que las manecillas del reloj giraban a una velocidad increíblemente rápida hacia la derecha. Comprobó que su reloj también giraba, mientras lo hacían todos los de la casa. La ventana de la habitación parpadeaba de colores anunciando un cielo despejado como el de la mañana, luego uno rojizo como el de la tarde. Hasta que todo oscureció nuevamente. Los relojes pararon.
-          ¡A comer!, grito la tía desde la cocina.
Emilia camino hacia ella des-encontrada.
-           Que pasa sobrina parece que hubieras visto un fantasma. Prende la tele querida por favor.

-“Hoy a las 21: 45 hs. Marte estará más cerca que nunca a la tierra y podrá verse desde todos los rincones de Buenos Aires “.




                                                                                                                                                                                                               Sofía.

Analógica

Había algo en ese monoambiente que no había en otro lugar de la ciudad. No sabía si por el balcón, porque la pava estaba siempre a punto para el mate, por la sonrisa transparente o el doble colchón sobre el piso. Cuando llegaba a poder comprarse alguna cama, siempre aparecía algo más interesante y menos útil que comprar, porque ya se había acostumbrado, o porque eso de tener pocos muebles se ajustaba bien a su personalidad. Él le contó que estaba escribiendo algo nuevo, algo sobre un pibe de más de 25 que la estaba pasando bastante mal hasta que conocía a una chica de menos de 25 que le gustaba sacar fotos con cámara analógica. Ella le contó que había estado en rodaje hace unos días y que su pareja actual le reclamaba muchas cosas. Él le contó que hace dos meses no salía con nadie porque la última le había durado dos meses y 50 escenas de celos. Ella le dijo que extrañaba pisar descalza el parqué. Él le dijo que extrañaba acompañarla a sacar fotos a los edificios de Buenos Aires. 

Rocío