Lucho tenía un problema. O eso pensaban sus compañeros de
clase al verlo ansioso mover su pierna contra todos los pupitres. Lucho hacía
que cualquiera abandonara su lapicera y lo mirara con odio. Su problema era que
pensaba demasiado. Ese pensar se expresaba en su ceño, siempre sumergido en
algún conocimiento profundo. Sus cejas negras siempre fuertemente marcadas
desde el principio de sus días.
Ese pensar demasiado solo
lograba hacer temblar el lugar donde se asentaba. Y creer que los demás no
entenderían su movimiento.
Pero un día lluvioso, Lucho conoció a Laura quien deposito
un libro bajo la pata de su mesa, que al dejar de temblar le permitió escribir
lo que pensaba.
- Los libros te sacarán de algunas dudas, le dijo.
Y lucho tomó el libro y se fue de la mano con Laura a debatir
sobre aquellos conocimientos que crispaban sus nervios. Desde entonces
cualquiera que se sentaba con él podía extenderse en debates, en vez de
frustrarse por sus movimientos.
Sofía Gómez Pisa.
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