miércoles, 16 de abril de 2014

Lucho

Lucho tenía un problema. O eso pensaban sus compañeros de clase al verlo ansioso mover su pierna contra todos los pupitres. Lucho hacía que cualquiera abandonara su lapicera y lo mirara con odio. Su problema era que pensaba demasiado. Ese pensar se expresaba en su ceño, siempre sumergido en algún conocimiento profundo. Sus cejas negras siempre fuertemente marcadas desde el principio de sus días.
Ese pensar demasiado solo lograba hacer temblar el lugar donde se asentaba. Y creer que los demás no entenderían su movimiento.
Pero un día lluvioso, Lucho conoció a Laura quien deposito un libro bajo la pata de su mesa, que al dejar de temblar le permitió escribir lo que pensaba.
- Los libros te sacarán de algunas dudas, le dijo.

Y lucho tomó el libro y se fue de la mano con Laura a debatir sobre aquellos conocimientos que crispaban sus nervios. Desde entonces cualquiera que se sentaba con él podía extenderse en debates, en vez de frustrarse por sus movimientos.  


                                                                                                                                                                                          Sofía Gómez Pisa.

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