Jose Luis tiene un nombre fuerte e imponente. Su nombre aun jóven resuena cada tanto con un timbre alto y desesperado en el subte A donde Jose Luis pide monedas para su familia y hermanitos. La carga dilapando sus días tiñe la mirada de Jose Luis y la vuelve sombría como la de quien a pasado ya por varias tumbas en muy poco tiempo.Jose Luis ya no va a la escuela y la palabra juego hace rato que no aparece en su diccionario en donde palabras como : lástima, pobre, pibe , cuidado y correte son para él ya conocidas tanto como amargas y falsas. Aquellas que salen de la boca de algunas coquetas señoras que lo endulzan con un peso o dos y le roban sin saberlo, el brillo de sus jóvenes ojos. Allí en su rostro las cuencas de la vida lo fueron surcando. Sus cicatrices son huellas indefectibles de los golpes de la calle donde Jose Luis conoció a Paco y a otras hierbas para poder olvidar que nunca fué quien debía ser.Que en la oscuridad del subte jamás podrá conocerse a sí mismo.
Sofía Gómez Pisa.
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