El principio fue el
huevo, y del huevo, la gallina. La gallina miró al huevo y se vio a sí misma.
Lo miró con ojos soberbios, con su mirada de plumas blancas y purificadas, y se
acercó a él con cautela. El huevo no tembló. La gallina lo pisó con su pata
anaranjada y vio salir de él la luz grande y amarilla. La vio como a un sol
líquido y lejano en el espacio. Se vio a sí misma en el suelo, se vio en el
huevo roto y abatido, e intentó salir de ahí. No pudo. Formó parte del huevo.
El huevo la tuvo dentro, la gestó y le dio vida. La parió con la ternura de una
madre, y se quedó descascarado en el piso, muerto sin escudo y sin vida.
El final fue el huevo,
y el principio, la gallina.
Alejandra
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