Hace no muchos años, cientos de kilómetros bajo tierra, en una compleja civilización de hormigas, se desarrollaba la más grande industria cinematográfica nunca antes vista. Hollywood, irónicamente, parecería del tamaño de una hormiga a su lado.
Tal y como lo hacen con todo, las hormigas del rubro tenían sus tareas muy bien organizadas, y definían sus roles por herencia. Había hormigas que nacían para camarógrafas, otras para estrellas protagónicas, una directora por generación, otras para extras y actrices de reparto.
Un día, sin embargo, GHER, gremio de las hormigas extras y de reparto, decidió rebelarse. Habían trabajado durante siglos para llevar adelante el guión, para ser el apoyo de los protagonistas, para que las historias sean tal y como las quería el director, y hasta para que se luciera el decorado, y nadie les reconocía nada. A lo máximo que podían aspirar era a un Oscar-hormiga de actrices de reparto, y sin hablar de los sueldos bajos. Quizás porque eran las que más claro tenían el funcionamiento de las historias, supieron que no tenía sentido reclamar por puestos protagónicos para todas, así que simplemente renunciaron. Enviaron sus telegramas de renuncia y se fueron, se dice que 200 metros más abajo, a cultivar hongos orgánicos comestibles.
En principio, la hormiga directora, indignada, declaró que eran menos importantes que el decorado y que seguirían sin ellas. Pero la industria calló, nadie quería ver las películas porque estaban vacías, y la directora decidió ir a buscarlas. Les ofreció un aumento y muchos beneficios, hasta un premio especial para ellas, pero estaban felices con su nueva granja, y en su mayor parte no querían regresar. Otro grupo, aproximadamente la mitad, decidió que volvería, pero sólo si les ofrecían papeles protagónicos. Las demás advirtieron que esa idea fracasaría, pero la directora desesperada aceptó.
Pero la idea no funcionó. Con tantos protagonistas y nadie que hiciera el papel de amigo que escucha cuando la historia se volvió demasiado enrollada, las películas se volvieron un caos y había tantas historias centrales que no se sabía para donde mirar. Eso, sumado al auge de las redes sociales, terminó con la industria hormigo-cinematográfica. La industria quebró y todos tuvieron que irse a otro lado. Algunas hormigas que habían sido estrellas de cine terminaron cultivando hongos orgánicos en la granja de las extras.
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