martes, 10 de junio de 2014

Recuerdo

Que imposible alejarse del recuerdo. Es como negar la existencia propia. Como si un naufragante jamás afrontara las olas con profundidad, queriendo escapar al momento sublime de estar dentro de ellas, capturando en un instante sumamente fotográfico aquel momento, que no es propiamente momento hasta que el fiel recuerdo lo trae a flote volviéndolo atesorable.
El recuerdo, sus indefectibles sombras, poseen su espectral oscuridad por el mismo hecho que hace que frecuentemente el mismo aparezca de noche. Se camufla siempre en el sin sentido de la tiniebla invadiendo el espacio. Se proclama como un todo perverso, que en pocos instantes y a base de olores, imágenes y sonidos vividos como sumamente reales arrasa con nuestro presente.

Porque el recuerdo siempre es ayer, nunca es hoy, ni mañana. Porque el recuerdo no siempre es grato, más siempre es cruel, impalpable, etéreo, pero increíblemente penetrante, como la noche sin luna. Como el presente azaroso, como el insomnio que el mismo recuerdo provoca; que toca y palpa la carne y el espíritu y que le roba sutilmente a los minutos presentes su mecanizada existencia. Aquel recuerdo que siempre nos recuerda, valga la redundancia, aquello en lo que jamás queremos volver a convertirnos.

                                                                                                  Sofía.

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