El primer gesto fue mínimo: correr dos milímetros una silla en el bar para sentarse más cerca. Así empezó todo.
El primer gesto de hastío también fue minúsculo: sirvió un poco menos de café, para que terminaran más rápido de tomarlo y volvieran más rápido a sus cosas.
Dos ínfimos signos definen el principio y el final de un recreo en sus existencias.
Tamara
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