Tenía tantos motivos para olvidarme el teléfono ese día, que cuando abrí el bolsillo de la mochila y no lo vi, caminé de nuevo las doce cuadras a casa a buscarlo, sin dudar.
No se me ocurrió revisar en otro bolsillo, ni entre la ropa que tenía en el bolso. Menos que menos me di cuenta de que lo tenía guardado en la campera.
Por eso, solo por eso no estaba en ese tren.
Tamara
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