Le prestó atención por primera vez cuando leyó en voz alta uno de sus
textos y dijo que los fideos con manteca eran tristes. Cuando tuvo que hacerle
una devolución no dijo si era interesante, no lo criticó por repetir varias
veces la palabra quizás, ni siquiera
por parecer un poco misógino. Lo primero que le dijo fue que un plato de fideos
con manteca fuese triste, dependía en realidad de la cantidad de queso rallado
que se le pusiera. Él se la quedó
mirando y no dijo nada, pero la buscó en
facebook y la encontró después de descartar diez chicas con el mismo nombre,
por suerte estaba ella en su foto de perfil. Ella, ni photoshopeada, ni
recortada, ella, con el mismo gorro de lana que se sacaba cada vez que entraba
al taller y el tapado rojo de caperucita posmoderna. Ella lo aceptó y descubrió
que tenía un blog con más textos donde
le buscaba la tristeza escondida a todas las cosas que se le cruzaban, y seguía
repitiendo mucho el quizás, como si no estuviera seguro de lo que decía o lo
que quería decir. Él vio que ella tenía un twitter y en la biografía había
puesto que era amante del queso y le gustaban los lunes. Ella vio que él tenía
muchas entradas anti-lunes y domingobajoneras. Él pensó que era linda. Ella
pensó que el taller literario le estaba gustando. Él la invitó a salir. Ella le
dijo que sí.
Rocío
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