jueves, 24 de julio de 2014

Taller literario

Le prestó atención por primera vez cuando leyó en voz alta uno de sus textos y dijo que los fideos con manteca eran tristes. Cuando tuvo que hacerle una devolución no dijo si era interesante, no lo criticó por repetir varias veces la palabra quizás, ni siquiera por parecer un poco misógino. Lo primero que le dijo fue que un plato de fideos con manteca fuese triste, dependía en realidad de la cantidad de queso rallado que se le pusiera.  Él se la quedó mirando y  no dijo nada, pero la buscó en facebook y la encontró después de descartar diez chicas con el mismo nombre, por suerte estaba ella en su foto de perfil. Ella, ni photoshopeada, ni recortada, ella, con el mismo gorro de lana que se sacaba cada vez que entraba al taller y el tapado rojo de caperucita posmoderna. Ella lo aceptó y descubrió que tenía un blog con más textos  donde le buscaba la tristeza escondida a todas las cosas que se le cruzaban, y seguía repitiendo mucho el quizás, como si no estuviera seguro de lo que decía o lo que quería decir. Él vio que ella tenía un twitter y en la biografía había puesto que era amante del queso y le gustaban los lunes. Ella vio que él tenía muchas entradas anti-lunes y domingobajoneras. Él pensó que era linda. Ella pensó que el taller literario le estaba gustando. Él la invitó a salir. Ella le dijo que sí.

Rocío

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