A enchufe le gustaba mirar pasar las horas buscando algo
para encenderse. Nadie lo comprendía, todos lo usaban como un simple elemento
chato, abierto a que cualquiera abusara de su potencia. Lo cierto es que
enchufe, todo lleno de telarañas colgado debajo del televisor, atrás de la
computadora, era el protagonista verdadero de la casa, aunque todos lo dejaran
en un segundo plano, relegado a existir sobriamente, como el enchufe de la
cocina, siempre peligrosamente mojado, o el de la habitación tan golpeado por
la cama.
Enchufe dijo si yo estuviera cerca de Messi, hubiéramos ganado
la copa. Pero esa tarde su dueña quiso usar la planchita y llovía. Un hilo de
agua se coló levemente por la ventana. Enchufe hizo cortocircuito y murió, su
vida como una supernova iluminó por un momento una ventana de caballito que alcanzó
a ver el portero y dos niños que se paseaban con corneta. Su vida, inútil, se llevó
consigo una calentadora de pelo de Panasonic, sueños incumplidos y el llanto de
su dueña que enrulada y electrocutada,
no pudo terminar de ver la final del mundo.
Sofía
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