viernes, 28 de marzo de 2014

Sola

Miró con angustia la ventana, ojeó el reloj de la pared, y se dio cuenta que otra vez se habían olvidado de ella. El mozo pasó a su lado varias veces sin mirarla, como si fuera un fantasma, como despreciándola un poco. No tenía por qué, era igual a cualquier otra. El restaurante no estaba demasiado lleno, quizás por eso nadie se le había acercado a preguntar por las sillas vacías todavía. No quería responder la pregunta, sí, estoy sola, sentate. Tampoco tenía muchas ganas de decirle al mozo que la habían dejado. Era un poquito orgullosa. Los dos se habían levantado hace diez minutos ya, primero ella había ido al baño, mientras él se hacía el caballero y pedía la cuenta. Antes de que ella volviera ya había juntado un par de billetes y los había puesto al lado de la taza de café. Para colaborar con la causa, cuando ella volvió, la sacó de su pantalón y la dejó junto a los billetes sucios, gastados. El mozo pasó por tercera vez y levantó la moneda de dos pesos, propina era propina.

Rocío

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