domingo, 24 de agosto de 2014

Transitorio


-Es la primera vez que hago esto.

Lo pensó y lo dijo, más para sí mismo que para que ella lo escuchara.
Ella miró el reloj de la pared y trató de contar en cuántos minutos podía bañarse y secarse un poco el pelo. Una fuerza extraña le pedía seguir acostada, ese imán de paz que invade después del deseo bien cumplido. Levantarse sería como guardar los juguetes después de desparramarlos, retorcerlos, recorrerlos, saborearlos, escucharlos, calentarlos, morderlos y transpirarlos por dos horas.
Miró por última vez el reflejo sobre su cabeza y se vio a sí misma totalmente segura de su desnudez, y a él tapado hasta la cintura. Si no se conociera bien se creería de esas mujeres que no necesitan preguntar si están lindas ni revisar celulares. Esas minas que transmiten seguridad a donde quiera que vayan, esa confianza del que sabe que gusta así como es. Pero se conoce bastante y al espejo se lo puede engañar, y al que está acostado al lado mucho más.
Su última buena historia había terminado antes de empezar y ahora le había caído una opción seductora para ensayar el papel de chica Almodóvar. La culpa es para los que necesitan castrarse  pensó,  y se levantó de la cama. Él le alcanzó una toalla y empezó a sonarle el celular.

-Hola, amor...Son las cinco recién, estoy adentro todavía...No... un rato más, no sé ... 

Lo miró de reojo y se imaginó el manojo de explicaciones que estaría repitiendo, historias bien ensayadas que se dejaron de escuchar en cuanto el agua caliente empezó a correr. No salió hasta que se empañaron los vidrios y la mentira del shampoo en los ojos le pareció convincente.



Rocío

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