Los humanos, que tienen el defecto de no poder conciliar la ciencia y la magia, tienen muchos órganos en el cuerpo que no creen funcionales, como el dedo chiquito del pié, que ni siquiera apoyan en el suelo para caminar. Los más científicos dicen que no sirve para nada y los más poetas que sólo sirve para chocárselo contra los muebles cuando uno anda descalzo en invierno. Y en realidad sí que sirve para eso, pero no es una función inútil, como creen los que la enuncian irónicamente.
La de chocarse el dedito contra un mueble es una función de emergencia, que sólo realizan los que están tan preocupados y dolidos por un problema abstracto como para olvidarse de una parte insignificante del cuerpo como un dedo, y así se lo chocan y mueren de dolor un rato para recordar que no son una mente suelta por la vida sino que tienen ese cuerpo, que les pesa y que tienen que andar cuidando y alimentando.
Porque si no se chocaran los deditos contra los muebles quizás se volverían locos, o morirían por olvidarse varios días de comer; pero tienen el dedo que los salva, y los distrae por unas horas de los dolores del alma, con el brutal pero inofensivo de un miembro que parece inútil.
Tamara
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