El teléfono
desconectado hacía un ruido insoportable. Las fotos amarillas ahora teñidas de
las lágrimas de Stella daban noción de su melancolía. Con la espalda
curvada y el pelo enmarañado Stella
sostenía la mirada lejana y muerta en esas fotos hasta que decidió colgar el
teléfono que detuvo su ruido solo unos segundos. Al unísono Stella atendió una llamada.
Su rostro dibujo una rápida sonrisa. Corrió al placard y se calzó el smoking de
su ex marido y la corbata de su abuelo mientras buscaba en la biblioteca el
libro “como adiestrar a su mono en diez días “mientras jugaba , riendo
perversamente, con un látigo imaginario.
Sofia
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